¿Le digo o no a mi hijo de su enfermedad?

Lic. Mónica Cano Ruiz
Psicóloga de Una Nueva Esperanza

Recibir un diagnóstico de cáncer infantil es un impacto muy fuerte para el niño, pero también para los padres y la familia. Sumidos en un mar de confusión, culpa y miedo, surge siempre una duda muy común “¿cómo se lo digo a mi hijo?”, o es más “¿se lo digo?”.

La gran mayoría de las veces se habla casi inmediatamente con el niño acerca de su enfermedad. Sin embargo, hay casos en los que se evita este tema, lo he visto un par de veces y curiosamente en adolescentes. En ambos casos, los niños presentaban tumores malignos, por lo que se les realizó la cirugía para retirarlos y comenzar con el tratamiento oncológico. No se les dijo nada hasta meses después de haber iniciado el tratamiento, ambos con el mismo propósito: que no se preocuparan.

Varios estudios han concluido que niños menores de dos años no comprenden su enfermedad; de los 2 a 6 años tienen comprensión de ella, pero la vinculan con un hecho concreto, si se “portaron mal” por ejemplo; a partir de los 7 años tienen una buena comprensión de su enfermedad, aquí se les puede dar una explicación más detallada y contestar dudas. Los mayores de 12 años ya comprenden la complejidad de su enfermedad y los efectos de los
tratamientos. En todas las edades es importante adaptar la información a su comprensión y a su interés.

No decirle a un niño de su enfermedad, se ha considerado como una reacción desadaptativa de los cuidadores, ya que usualmente la intención es la misma: evitarle al niño miedo ante el tratamiento. Sin embargo, se ha observado que el efecto es justamente el contrario, se propicia el aislamiento, aumenta la ansiedad, el miedo y se percibe que está ocurriendo algo grave y que a él no se le quiere decir nada. Lo anterior es conocido como “pretensión mutua” y es contraproducente en cualquier edad, peor aun cuando, por medio de comentarios de doctores u otras personas, comienzan a sacar sus propias conclusiones acerca de su padecimiento.

La pregunta no debería ser “¿se lo digo o no?”, sino “¿de qué forma se lo digo?”. El niño debe ser consciente de su propia enfermedad y de sus consecuencias para hacerle frente a la misma; es un proceso complicado, pero necesario. Así mismo, se recomienda preguntarles primero sobre la enfermedad y qué tanto la conocen, así como sus miedos y siempre respetar cuánto quieren saber por el momento sobre su enfermedad.

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